La oscuridad tiene el toque perfecto de soledad.
Pero él no pierde las esperanzas.
Calla otra vez sobre su almohada helada, sus lágrimas se congelan.
Sigue sintiendo las voces del infierno, sus lamentos y las carcajadas.
Pero él no pierde las esperanzas.
Todos los días saca su bolígrafo, que poco a poco va quedando sin tinta, y tacha con una cruz delicadamente el almanaque.
Piensa, cree, confía, y no pierde las esperanzas.
Su estómago ya se acostumbró a la rutina. Un plato de arroz semi-cocido y un vaso oxidado con agua en su interior, lo suficiente como para saciar su apetito.
Ama el sonido de las campanas.
Sale, con los pies casi pegados al piso por el fuerte peso que ejerce una bola de hierro.
Se dispersa, y escribe.
Escribe… escribe aquella carta que nunca le llegará a su querida Charlotte.
Las lágrimas, ya adornan la hoja amarillenta y arrugada, a la que cada día borra y agrega palabras diferentes para que quede perfecta.
Al sonar la campana otra vez, se siente entre murmullos:
-Lo siento…-
Un día más, una tortura más, sus ojos se encierran en grandes y oscuros golpes.
Sus manos cada vez se vuelven más pesadas.
Su espalda va encorvándose cada vez más a medida del tiempo.
Pero él no pierde las esperanzas.
Vive en el pensamiento utópico de que algún día volverá a sentir las caricias, los abrazos, las voces… las disculpas.
Él sabe que sus esperanzas aún permanecen dentro de su corazón y su mente, pero no sabe que las lamparillas por más luz y calor que den, no duran una eternidad.
Tampoco sabe que su carta nunca llegará.
…
Llega el día, el día en el que su corazón late a mil por hora, el día en el que la alegría inmensa lo deja ciego.
Engañado, camina hacia la luz.
Ya no se siente viejo, se siente vivo, como si tuviera apenas 5 años. Las manos se le vuelven suaves, la espalda más recta que nunca y sus pies ya no soportan el peso agotador de todo su cuerpo. ¡Se siente vivo!, en sus últimos respiros.
Se sienta en una silla algo extraña, a esperar a la persona más esperada, con la carta en la mano para poder ver el dolor dibujándose en el rostro de su amada.
Ve un flash, y la carta cae de su mano…
Charlotte:
Ambos sabemos que lo que hice fue una completa estupidez.
Lo lamento, y dios perdone mis pecados.
Pero esto era lo que querías, así serás feliz, al igual que Charlie.
Al verme con Charlie, le comentaré de ti, y ojala tengamos el gusto de volvernos a encontrar en esto que en vida llamamos Infierno.
Pd: Siempre amé a Charlie, pero odié la idea de que lo amaras más que a mí.
Te amo Charlotte.
Ignacio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario